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137. El Relator Especial desea subrayar que la cuestión de la difamación ha constituido una de las preocupaciones del mandato desde su creación, pues la difamación es intrínsecamente un atentado contra la libertad de religión o de creencias. A partir de 1988, mediante los informes generales o de misión del Relator Especial
9, se puede constatar la evolución siguiente:
a)Hasta la guerra fría, una política del bloque del Este de promoción de una
ideología arreligiosa e inclusive antirreligiosa, cuyos instrumentos fueron, entre
otros, la difamación de la religión, percibida esquemáticamente como "el opio del pueblo";
b)Desde el final de la guerra fría, la desaparición, en general, de esas políticas
de difamación, con excepción de ciertos Estados que sin duda ya no proclaman
una política oficial de lucha contra la religión, pero que en la práctica enmarcan totalmente a la religión y la hacen esclava de la política, y consiguientemente orquestan campañas, en particular, de difamación contra cualquier comunidad o persona religiosa que cuestione la injerencia del Estado;
c)El ascenso del ateísmo, sobre todo en el Occidente, y el nuevo cuestionamiento del papel de la religión en la sociedad y las instituciones públicas, actitud que se expresa, según los casos, mediante el ejercicio legítimo del derecho a la crítica, o bien mediante una difamación de la religión:
d)Estos últimos años, sobre todo desde la guerra del Golfo y la acentuación
del conflicto en los territorios ocupados, una campaña de prensa de islamofobia a escala internacional llevada a cabo por ciertos medios de comunicación; sin excluir, desde luego, campañas análogas contra otras religiones, sin embargo circunscritas a ciertos Estados;
e)Por último, una constante, es decir, el hecho de que la difamación sigue
siendo frecuentemente la resultante de una intolerancia o de una ignorancia entre religiones, pero también intrarreligiosa, o de ambas cosas, a menudo en el marco de relaciones de fuerza entre mayoría y minorías.